Ámsterdam es una de las mejores ciudades del mundo. Estaría dentro de un hipotético top-5, por muchas razones y una de ellas son sus canales.
Navegando entre edificios, lo primero que perdemos son las prisas por descubrir. Sobre el bote no hay necesidad de llegar a tiempo a ningún sitio. Por una vez en el viaje podemos permitirnos cambiar el chip y relajarnos.

Ámsterdam vive en los canales
Las excursiones en bote por Ámsterdam suelen partir frente a la estación de tren Amsterdam Centraal hacia los canales más importantes, recorre unos cuantos y vuelve al lugar de salida. Normalmente los barcos son cómodos y hay indicaciones sobre los lugares visitados en varios idiomas.
Hay paseos más elegantes, nocturnos, con comida e incluso fiestas sobre los canales, pero lo más importante es que desde un barco, surcando por los canales de la ciudad, podemos adivinar por qué les gusta tanto a los habitantes de esta preciosa ciudad y obtener imágenes que no descubriríamos jamás caminando.
Atravesando Ámsterdam por el agua veremos la vida tal como la ven quienes han decidido pasarla sobre una casa-barco. Parece que en los canales el día a día es más tranquilo. La gente vive más tranquila, disfruta de los rayos de sol y merienda sobre un pequeño muelle en el que alguien ha dejado un sofá de cuero para descansar.
Los barcos que reposan en los laterales de los canales están bien cuidados, hay nuevos y hay verdaderas reliquias que sólo son utilizadas una vez al año. En la zona de los barcos-vivienda, existen barcos convetidos en hogar y hogares fabricados para permanecer sobre el agua. Pero todos tienen sus plantas, sus bicicletas y unas sillas para descansar sobre la superficie.
Hay canales más grandes que otros y, a veces, entre tanto barco, unos no saben si pasar por la izquierda o por la derecha. Y claro, el timonel ya se las sabe todas para lograr virar y entrar sin rozar por bajo del puente menos ancho de la ciudad.
Puentes y bicicletas
Cada uno de esos puentes se convierte en una obra de arte donde apuntar el objetivo de la cámara para captar la luz exacta, en el momento exacto, junto a una bicicleta, unas flores y unos edificios al fondo.

Desde abajo las bicicletas se mezclan con la gente y avanzan dibujando su estela sobre el ladrillo de los estirados edificios de la capital de los Países Bajos. La luz llega hasta el canal atravesando las hojas de los árboles y el sol brilla sobre el agua, las fachadas parecen más rojas y las líneas perfectas de las ventanas hacen que uno desee imaginarse viviendo en una de esas estrechas casas.
Más tarde, ese uno se pregunta cómo de difícil debe ser hacer una mudanza en Ámsterdam, a pesar de sus grandes ventanas y las vigas de ayuda que sobresalen de todo los edificios.
Surcan los canales decenas de barcos repletos de turistas que contemplan la vida de la ciudad. Volvemos hacia el punto de partida, Ámsterdam va cambiando de color, cae la tarde en silencio y uno se cuestiona que impedimentos hacen que no pueda trasladarse a vivir en una de esas casas estrechas frente a un canal.