Suele decirse que quienes viajan mucho son personas más tolerantes e incluso inteligentes, seguramente porque han visto más mundo, han tenido acceso a diferentes culturas, razas y costumbres.
Esta afirmación tiene su sentido y está basada en el conocimiento. Es realmente un tópico, pero al viajar conseguimos abrir la mente, exponernos a situaciones y entornos incómodos.

El psicólogo Jaime Burque dice que «el hecho de estar en contacto con otro ambientes, personas o culturas diferentes aumenta también nuestra mente abierta y tolerancia ante nuevas situaciones. ¿Consecuencia final de todo lo anterior? Que nuestra capacidad para resolver problemas aumenta de manera significativa»
El profesor de psicología Fernando Miralles opina de forma similar y dice que «al estar de viaje en otros contextos distintos a los que normalmente se desenvuelve la persona, el cerebro crea nuevas conexiones. Cuantas más conexiones tenga una persona, más herramientas tendrá para la adaptación a nuevas experiencias e incluso para saber responder, en menor tiempo, a problemas que se le planteen a lo largo de su vida»
Viajar para cambiar
Hay gente que no viaja, porque digámoslo claro, lo fácil es quedarse en casa, lo fácil es no arriesgarse a viajar a un destino desconocido o enfrentarse a un idioma que no te resulta agradable.
Esta dificultad hace que valoremos en mayor medida lo que hemos conseguido. Hay personas a las que preparar un viaje les produce estrés e incluso ansiedad. Hay quien no soporta hacer una maleta o se pone nervioso en el aeropuerto.
Pero todo ese estrés o ese camino hacia lo desconocido tiene su atractivo. Es «eso» que engancha, «eso» que te impide pasar los días sin pensar en el próximo viaje. Entras en buscadores de vuelos, miras destinos y opiniones en Tripadvisor o directamente abres el mapa y descubre destinos a golpe de Google Street View.
La psicóloga Begoña Albalat dice en un reportaje de la revista Traveler que «adaptarse bien al medio es una característica de las personas inteligentes, y es algo que podemos aprender viajando. Por eso, yo suelo recomendar viajar mucho con niños; son ‘una esponja’ y aprenden muy rápido».
Albalat añade que «desarrollamos la capacidad de trabajo en equipo, pues tenemos que colaborar con las personas con las que viajamos para poder conseguir lo que queremos: uno aporta la lengua, otro busca la ubicación, otro pregunta en qué estación hay que bajar…».

La inspiración
Estar abierto a nuevas experiencias, adaptarse, conocer, superar las dificultades nos provocan nuevas conexiones mentales y, por tanto, reflexiones, nuevos pensamientos que nos inspiran.
Como al viajar alimentamos a nuestro cerebro, este nos responde con nuevas ideas. ¿Quién no ha descubierto el sentido de su vida en un atardecer o tras pasar un buen rato con alguien que acaba de conocer? Estoy exagerando, pero seguro que también has sentido esa llamada, esa revelación durante algún momento del viaje, ante un monumento, frente a un comportamiento o al compartir una vivencia.
Son esos momentos que te emocionan, que te obligan a tomar una libreta y escribir lo primero que te viene a la mente. Es así como surgen esas frases inspiradoras cortas que trascienden con los años y nunca dejan de tener razón. Son frases inspiradoras, que te llenan de orgullo y motivan a seguir tus ilusiones.
Por poner un ejemplo: «No cuentes los días, haz que los días cuenten«. Esta frase es de Muhammad Ali. El famoso boxeador dejó grandes momentos en el ring pero fue también dejó importantes reflexiones cercanas a la filosofía.
U otra con la que realmente indentifico al mundo de los viajes: «Cómo comienzas tu día es cómo vives tu día. Cómo vives tu día es cómo vives tu vida«, pronunciada por la escritora estadounidense Louise Hay.
Para mi, estas frases llaman a disfrutar de la vida, a intentar hacer todo lo que queremos dentro de nuestras posibilidades y a no rendirse nunca.
El viaje de vuelta
Puede que el viaje de vuelta sea el mayor de los caminos a recorrer por cualquier amante de los viajes. El momento de la vuelta a casa es cuando más momentos de reflexión suelo tener.
Seguramente tendrá que ver con el nivel de estrés, ya que una vez la vuelta está en proceso, estás ya en el avión, en el tren o conduciendo hacia casa, el cerebro se relaja. Ya no tienes que pensar en las reservas, ya no tienes que preocuparte por si el apartamento será tal y como se ven en las fotos, si el tiempo será bueno, etc.
Y al igual que las mejores ideas surgen mientras duermes o cuando estás tomando algo con amigos, cuando ya está todo hecho las ideas fluyen mejor.
En casa está todo hecho. Si bien, es cierto que cuando uno vuelve a casa agradece por unas horas esa vuelta es poco tiempo el que se tarda en buscar un nuevo viaje. Al menos así me ocurre. Así que el viaje de vuelta es tan doloroso como esperanzador.