¿No te ha pasado nunca que llegas a una ciudad y te sientes cómodo? Es la primera vez que la pisas y, sin embargo, te sientes bien, como en casa y piensas que podrías vivir allí sin problemas.
A mi me ha pasado en algunas ciudades, entre ellas Lisboa, con su luz y miradores en las colinas; Nueva York y sus calles de película; o Burdeos y su amor por la bicicleta. Y también en Barcelona.
Lo de la ciudad condal fue rápido. Aunque es mucho más grande que Valencia, tiene un aire, está en la orilla del Mediterráneo y posee una característica que me encanta de las ciudades, que es el toque antiguo en contraste con la modernidad de los nuevos edificios.
Barcelona es una de las ciudades europeas, y probablemente del mundo, más impresionantes. A pesar del gran número de turistas que todos los días recorren las calles más importantes de la urbe, la ciudad condal sigue sin perder un ápice de su magia.
Viajes cortos a Barcelona
No he escrito nunca sobre Barcelona, seguramente motivado porque ya hay escrito de todo, pero es una ciudad cosmopolita, abierta, con un arquitectura impecable y un urbanismo envidiado por muchas.
He viajado una decena de veces a Barcelona y siempre me quedo con ganas de más. Quizá por su proximidad con Valencia nunca me he quedado demasiados días, dos o tres como mucho. Pero siento que me hace falta más. La verdad es que me siento cómodo y me encanta pasear por sus avenidas.
La primera vez fue con el colegio, cuando tenía dieciséis años. Pero en esas edades no te fijas, no recuerdo demasiado. Mi última vez en Barcelona fue hace dos años. Viajamos con la excusa de ver a mi primo Juan, que vino unos días desde Argentina por motivos laborales. Nos alojamos en un apartamento contratado en Airbnb muy próximo a la Sagrada Familia, y disfutamos como niños.
Unos meses antes estuvimos también por una boda. En esa ocasión nos alojamos en una calle perpendicular al último tramo de La Rambla. Fue un fin de semana muy divertido, cenamos en un restaurante para grupos con espectáculo en directo y el día siguiente lo pasamos de fiesta en el enlace de uno de nuestros mejores amigos.
400 kilómetros son demasiados
Ahora, por motivos laborales, tendré que viajar más a menudo a Barcelona. Desde julio trabajo en una empresa con sedes en diferentes ciudades de España, así que en cuanto comience a tener más responsabilidades podré visitar más a menudo la capital de Cataluña.
Lo cierto es que aunque apenas nos separan 400 kilómetros, como decía antes, parece que la distancia sea mayor. Estoy seguro de que influye el hecho de que durante muchos años Valencia y Barcelona han estado muy mal comunicadas. En realidad siguen estándolo. Podemos ir en tren, pero tardamos tres horas y media, cuando no se rompe. Desde hace poco podemos ir en avión, pero fue una ruta maldita, durante muchos años nadie quiso hacerla.
Por no hablar del viaje en coche. Ir a Madrid es gratis, excepto la gasolina. Ir a Barcelona cuesta unos 30 euros por trayecto, porque si no quieres tirarte todo el día en la carretera la única posibilidad es la autopista. Como última opción queda el autobús, que mirando el precio del tren y su calidad, es casi la mejor opción. Son cuatro horas de viaje, pero se viaja cómodo.
Supuestamente tendremos pronto la línea de AVE, pero eso llevan anunciándolo una década, así que mejor nos olvidamos de confiar las próximas visitas a la presencia del tren de alta velocidad.